miércoles, 4 de abril de 2007

Patatas traigo (episodio 5)

(En episodios anteriores -el uno, el dos, el tres y el cuatro-, Sento el Gros inicia la investigación del origen de la expresión 'patatas traigo', ayudado de su fiel escudero, el becario Sahuquillo. Sus pesquisas no le llevan a ningún sitio. Pero se reconcilia con su antiguo ayudante, el inspector Ximenes, pelillos a la mar. Los tres tienen una misión. Ah, y Sahuquillo sufre una transformación y deja de ser un pardillo).

En otro lugar de la galaxia, concretamente en la Malvarrosa, Mariano W. Wilkinson, supermalo vocacional a tiempo parcial, pergeñaba la manera más rápida y cómoda de destruir el mundo.

Lo primero que se le ocurrió fue montar una secta, pero como la población era demasiado inteligente (como demuestra el alto número de visitas que recibe Infulas) como para caer en tan tonta trampa, se vio propelido a elaborar otro plan.

Por las tardes, cuando libraba de su curro en la pajarería propiedad de su tía, dábase paseos por la marina del America's Cup pensando en armas de destrucción masiva y menudencias en sopa de esa calaña. Bien pensado, pones un petardo en una de las columnas de cualquier edificio de Calatrava (el más feo) y aquello se viene abajo. Un malo lo tiene fácil... ¡y una mierda! Pues no las pasó putas Mariano W. Wilkinson (de padre mormón y poco dado al afeitado) para lograr un plan viable de destrucción mundial, global, es más, universal de lo que viene siendo el mundo tal como lo conocemos...

Fue crucial que, durante una de sus cenas en La Utielana (mítica casa de comidas que en estos días celebra sus bodas de oro), pusieran en la mesa de al lado del Profesor Mauricio Sanahuja, uno de los más reputados especialistas mundiales en dicotiledóneas. El profesor, pelo lacio y gris, escasa mandíbula inferior, gafas en la punta de la nariz, trituraba sistemáticamente, las patatas y verdura que componían el hervido en que consistía su cenae cada noche.

"Sí se puede", respondíó lacónicamente después de tragar el último grelo, cuando Mariano, una hora después, tragado su chupito de orujo de hierbas, le preguntó si se podía destruir el mundo a base de dicotiledóneas. El primer ladrillo del edificio aluminoso estaba puesto.

(No os preocupéis que, llegado el caso ya haremos un flashback para explicar de donde viene la maldad de Mariano W. Wilkinson)

Sólo le faltaba a Mariano un sicario a la altura de su ambicioso plan. No lo encontró, pero encontró un subordinado disciplinado y a la anchura requerida. Ciriaco el Gandul resoplaba y retragaga sus mocos cuando dormitaba sentado en el sillón de orejas desde el que controlaba la entrada a la dependencia municipal en la que hacia de bedel. Así fue como le conoció Mariano y supo que ese devorador de bocadillos de chope era la pieza del puzzle de 3 a 5 años que le faltaba. Él tardaría menos en completarlo.

Las patatas las trajo Colón cuando vino de América después de descubrirla (no antes). No te digo nada y te lo digo todo.

Sento el Gros se rasca la barriga y no sospecha que el becario Sahuquillo es el personaje clave para salvar al tuno, es decir, salvar el mundo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Me encanta!

No sé qué me gusta más: si el sutil toque de latín del experto en dicotocolotodo (cena-cenae), su acento maño levantino (respondíó) o los verbos extraños del secuaz del malo.

¿Es locuaz el secuaz del malo maloso?

Anónimo dijo...

Señales, miguitas de pan y posos de café... adónde nos llevará esta serpenteante historia.

Anónimo dijo...

En efecto, es asaz locuaz el secuaz sagaz sin disfraz.