lunes, 31 de julio de 2017

De mar a mar

Aquí estoy en la luna. Recordando. Recordándote. ¿Qué estarás haciendo en este momento tú?

Me gusta imaginar que estás bañándote en el Cantábrico. En la playa de la Concha. Nuestra playa. Nuestro mar. Ahora estás flotando entre las olas del Mar Cantábrico. Lo sé. Percibo con claridad que estás haciendo el muerto, dejándote mecer suavemente en el agua, mirando hacia arriba, buscando con la mirada la luna, que colándose en la fiesta de la luminosa tarde de San Sebastián, habrá aparecido discretamente por detrás del Monte Igueldo.

Entonces piensas en mi. Sabes que estoy en la luna, rodeado de un regolito gris, en el Mar de la Tranquilidad, embutido en mi traje herméticamente presurizado, contemplando el hermoso espectáculo del planeta intensamente azul que me vio nacer, posiblemente una de las estampas más hermosas del universo. Un planeta que se llama Tierra y que deberíamos haber bautizado como Mar.

No pudimos despedirnos adecuadamente. El mensaje de la ESA me pilló desprevenido, no estabas en la ciudad, habíamos discutido, una llamada telefónica que me dejó un gusto amargo en la boca, que echaba de menos un beso que hubiera dulcificado las cosas. Todo fue demasiado rápido, demasiado brusco. Pensé entonces que la misión sólo iba a durar un par de meses. Era lo planeado. Pero a veces los planes no salen como queremos.

Desde el Mar de la Tranquilidad estoy mirando ese ángulo azul que hay entre Francia y España y sé que estás allí mirando hacia aquí. Me doy cuenta de que formo parte de la masa de este satélite. Noto que participo en una ínfima proporción de la fuerza de atracción que la Luna causa en la Tierra. Esa atracción que se manifiesta, sobre todo, en el Mar. Hay tantas cosas que quiero decirte, ahora que sé que no voy a sobrevivir. Ahora que sé que es materialmente imposible que alcance el módulo de emergencia que supondría mi salvación. Mi rover de exploración se ha estropeado demasiado lejos de cualquier parte. Hay tantas cosas que quiero decirte y sólo tengo un medio de transmitirte mi mensaje. Deja que la marea te susurre al oído que te quiero. Que siempre te querré.