miércoles, 31 de mayo de 2006

viernes, 26 de mayo de 2006

Reflexión a bote pronto #4

Las apostillas siempre se hacen adrede.

Rincón del poeta

As: ya me las pagarás.
Dos: capón.
Tres: revés.
Cuatro: sopapo.
Cinco: pellizco.
Seis: ya me las pagaréis.
Siete: cachete.
Sota: Sota, sotana cochina y marrana, que se mea y se caga debajo de la cama.
Caballo: Caballo, caballero con capa y sombrero, ¿cuántas estrellitas hay en el cielo?
Rey: Rey Fernando que vino a España orando pedos con una caña. Tantos tiró, que reventó.

(gracias, Alberto)

miércoles, 24 de mayo de 2006

martes, 23 de mayo de 2006

lunes, 22 de mayo de 2006

En defensa de... los camareros madrileños

La sección dedicada a la defensa de los colectivos tradicionalmente maltratados por la sociedad. Hoy dedicaremos esta sección de utilidad social a los camareros madrileños.

Casi todo el mundo odia a los camareros madrileños pero las razones aparentes para ello, una vez analizadas con cierto rigor, se desvelan insuficientes para justificar esa animadversión de la que son objeto los profesionales de la bandeja y el madroño.

Así pues, en esta sección nos encargaremos de sacar a la luz las razones por las cuales los camareros madrileños merecen tanto cariño y reconocimiento social como cualquiera de nosotros (en general, no este pobre juntaletras en particular). Y, si no lo conseguimos, al menos esta sección servirá para que si alguno de nuestros lectores está intentando ligar con alguien y se pone a parir a los camareros madrileños y resulta que ese o esa alguien le espeta un “Pues mi padre es camarero madrileño”, pueda solventar la papeleta y salir del brete con torería y valor.

Introducido el tema, ataquémoslo de una vez por todas, ¡maldita sea!

Sobre los camareros en general recae la dudosa fama de que son más chulos que un ocho.
Sobre los madrileños en general recae el dudoso honor de ser más chulos que un ocho.
Nuestros oyentes son lo suficientemente inteligentes como para deducir que sobre los camareros madrileños recaerá dura labor de ser más chulos que un dieciséis.

No es fácil, como podrán imaginar nuestros oyentes, ser un camarero madrileño, exhibiendo su chulería todo el día sin un solo momento de descanso. Es duro, muy duro.

No es nada sencillo caminar por detrás de la barra sabiéndose poseedores de la verdad absoluta. Es una carga muy pesada, casi tanto como la que Frodo se ve obligado a portar en El Señor de los Anillos.

No hay nada que les gustaría más a los camareros madrileños que aceptar que el cliente siempre tiene la razón. Darían todo lo que tienen por aparcar esa prepotencia que les hermana con los árbitros de fútbol y poder pronunciar frases como “Muchas gracias, que tenga un buen día” o “¿Qué desea?”. Pero no es posible.

Con gran dolor de corazón se ven obligados a mantener su fama de chulos y maleducados y a seguir poniendo los bocatas de lo que les sale de los cojones, el whisky sin hielo y la cerveza caliente y sin espuma.

Ahora que ya sabemos que los camareros madrileños no son más que víctimas de su propia circunstancia, quizás seamos un poco más comprensibles con sus desplantes. Sin embargo, lo que yo nunca les perdonaré es que no sepan hacer carajillos.

viernes, 19 de mayo de 2006

Reflexión a bote pronto #1

¿Por qué cuando alguien estornuda siempre hay alguien que dice 'Jesús' (o 'Salud' si es ateo) y cuando alguien tose nadie dice nada?

jueves, 18 de mayo de 2006

En defensa de... los notarios

La sección dedicada a la defensa de los colectivos tradicionalmente maltratados por la sociedad. Hoy dedicaremos esta sección de utilidad social a los notarios.

Casi todo el mundo odia a los notarios pero las razones aparentes para ello, una vez analizadas con cierto rigor, se desvelan insuficientes para justificar esa animadversión de la que son objeto las profesionales del doyfé y la firma.

Así pues, en esta sección nos encargaremos de sacar a la luz las razones por las cuales los notarios merecen tanto cariño y reconocimiento social como cualquiera de nosotros (en general, no del autor de este vergonzante panfletillo). Y, si no lo conseguimos, al menos esta sección servirá para que si alguno de nuestros lectores está intentando ligar con alguien y empieza a desbarrar de los notarios y resulta que ese o esa alguien le espeta un “Pues mi padre es notario”, pueda solventar la papeleta y salir del brete con torería y valor.

Introducido el tema, ataquémoslo de una vez por todas, ¡maldita sea!


La verdad es que no sé de dónde se ha el delirante elucubrador de este texto sección esa historia de que los notarios están maltratados por la sociedad. Que todo el mundo tiene envidia de ellos porque se sacan un dineral por echar dos o tres firmitas de nada, de acuerdo. Pero eso no quiere decir que la sociedad les maltrate. La gente no va por la calle tirando piedras a los notarios ni haciendo graffitis en las notarías. Es el de notario un oficio tan respetado como el que más, aunque hemos de admitir que es cierto que los notarios no es que se hayan labrado precisamente una fama de gente hacendosa y trabajadora.

Pero, claro, el loco juntaletras que perpetra las entradillas de este diario de bitácora tuvo una vez una experiencia desagradable por culpa de un notario que le guindó 50 mil lúas de las antiguas pesetas por dar fe de que todo estaba en regla en un contrato de compra-venta de una plaza de garage y luego resulta que había un montón de recibos pendientes de pago...

Lo cierto es que los notarios se tiran un montón de años haciendo oposiciones para ganarse la plaza. Ese tiempo que se pasan estudiando y sin salir a la calle les agria el carácter, qué duda cabe. Además, evidentemente, cuando están tanto tiempo estudiando y sin currar es que sus familias no son precisamente pobres. Sólo tienen una idea en la mente: el dinero. Así pues, nada más aprobar las oposiciones, que ya todo el mundo va a visitarles y les dice “Joder, qué suerte: la vida resuelta”, ellos no ven ni escuchan nada: sólo ven billetes y firmas. Por una firma, 200 euros, por dos, 400 euros, por tres, venga va, por tres hacemos oferta, tres firmas 1000 euros... Y menos mal que no cobran por palabras escritas en el contrato, sí, palabras escritas... No hablo de leídas: ahí sí que ahorran los espabilaos... se leen una escritura de diez páginas en medio minuto. ¡Qué capacidad de abreviatura!

En resumidas cuentas, que lo que todos sentimos por los notarios es envidia y que hemos de comprender que sean unos amargaos y unos avaros porque han pasado mucho tiempo estudiando oposiciones.

Y no quisiera dejar pasar esta oportunidad sin contar el chiste del tipo que le pregunta a una mujer: “¿Por favor, señorita, la notaría?”, y ella le responde “Hombre, si se acerca un poco más”

lunes, 15 de mayo de 2006

En defensa de... los mecánicos

En defensa de...: la sección dedicada a la defensa de los colectivos tradicionalmente maltratados por la sociedad. Hoy dedicaremos esta sección de utilidad social a los mecánicos.

Casi todo el mundo odia a los mecánicos pero las razones aparentes para ello, una vez analizadas con cierto rigor, se desvelan insuficientes para justificar esa animadversión de la que son objeto los profesionales del delco y la llave inglesa.

Así pues, en esta sección nos encargaremos de sacar a la luz las razones por las cuales los mecánicos merecen tanto cariño y reconocimiento social como cualquiera de nosotros . Y, si no lo conseguimos, al menos esta sección servirá para que si alguno de nuestros lectores está intentando ligar con alguien y se pone a parir a los mecánicos y resulta que ese o esa alguien le espeta un “Pues mi padre es mecánico”, pueda solventar la papeleta y salir del brete con torería y valor.

Introducido el tema, ataquémoslo de una vez por todas, ¡maldita sea!

La vida laboral de los mecánicos está llena de tópicos. Bueno, la vida laboral y la otra también. Siendo como somos especialmente aficionados en esta sección a los tópicos, no podíamos dejar pasar la oportunidad de darnos el gustazo de hablar de los mecánicos.

Todos los mecánicos sisan a sus clientes. ¡Todos! ¡Absolutamente todos! ¿Está claro? ¿No es esa una razón suficiente para odiar a los mecánicos? Yo creo que sí... pero bueno... A ver, espera... seguro que algún lector está pensando es su casa: “A mí no me engañan. Yo tengo nociones de mecánica y a mi no me engañan”. Vamos a ver, alma de cántaro, pero, ¿qué me estás contando? ¿Que a ti no te engañan? ¡A ti el doble, por chulo! Vamos que llegas tú al taller y te acercas así como con miedo de no mancharte, porque hay que ver lo sucio que está todo en los talleres, eh?... bueno, llegas y tienes que esperar un buen rato porque el mecánico jefe está debajo de un Renault 21 y el aprendiz está hablando por el móvil con la churri... Al cabo de un cuarto de hora, en el que te entretienes mirando los calendarios con chavalas en pelotas que cuelgan de cada centímetro cuadrado de las paredes del taller (¡toma topicazo!)... Transcurridos quince minutos, decía, el aprendiz por fin te atiende... “¿Qué quería?”, te pregunta... “Hola, buenas, venía a por el Ibiza blanco, ese que está ahí detrás...” Y el aprendiz que pega un grito... “Manolo, el del Ibiza que viene a llevárselo...” El aprendiz, que siempre, pero es que SIEMPRE tiene un aro en la oreja izquierda, los pelos de pincho y pinta de bakala, se va al despacho a hablar por teléfono y Manolo, el jefe, aún se tira cinco minutos dándole a la llave allen... cuando se desliza con ese tablero con ruedines y le ves la cara te llevas un susto... por lo feo que es, por el tamaño del puro que se está fumando y porque ya no lo esperabas. Te mira fijamente, como si te fuera a sablear (al fin y al cabo, es lo que va a hacer), se limpia las manos con un trapo que está aún más sucio, te hace un gesto como de ir a darte la mano y te pregunta, sin quitarse el puro de la boca: “¿El Ibiza?” Y tú, por contestar algo, dices: “Sí, ese que está ahí detrás, el blanco...” Innecesaria aclaración del todo punto. En el taller sólo hay cuatro coches y tu Ibiza es el único que hay. Tú intentas tomar el mando de la situación y te adelantas: “¿Qué tenía? Seguro que no era nada, lo iba a arreglar yo mismo pero es que nunca tengo tiempo.”... ¡La has cagado, macho! Ya te ha calado... El tío piensa rápido: “Así que este es uno de esos listillos que se cree que sabe de mecánica, eh?, pues va a pagar el doble”. Se saca el puro de la boca y tú ya sabes que va a pasar algo grave... Te empiezan a temblar las piernas cuando comienza a hablar: “Hemos tenido que cambiarle el transruptor del arranque, que había jodido el escape con una obstrucción de gases y eso ha hecho que las camisas se deformen, casi gripa el motor pero lo hemos pillado a tiempo, lo único que hemos tenido de volver a calibrar los flejes y a poner a punto las bujías. Una estaba perlada.” Y te enseña una bujía... Luego saca una pieza que si no supieras de mecánica pensarías que es el mecanismo interior de una cisterna de water y te dice: “El tranruptor... está para tirarlo pero si se lo quiere quedar...” Tú niegas con la cabeza: “No, da igual...” Y para romper un poco el ambiente tenso, tratas de bromear: “Vaya, y yo que creía que era del delco...” y sonríes, pero eso no cambia el rictus de perdonavidas del mecánico, que parece Clint Eastwood con el transruptor ese en la mano... Así que te armas de valor y preguntas con una vocecilla apenas audible: “¿Y cuánto sube?” El tío se vuelve a poner el puro en la boca y grita: “Niño, trae la nota”. El bakala cuelga el teléfono y coge un papel sucio, en el que apenas se puede leer nada... Se lo da a su jefe, este lo mira y dice: “Bueno, son 300 euros de piezas, pero a esto hay que sumarle 150 de mano de obra. ¿Lo quiere con IVA?” Y tú, aterrorizado, niegas con la cabeza y dices: “Un poco caro, ¿no?” De nada sirve, no hay piedad. “Bueno, ¿se lo va a llevar o qué?” “Sí, sí, voy un momentín al cajero que ahora no llevo bastante. Vaya sacándolo por favor”. Pero cuando vuelves, el coche aún está ahí. Pagas con una sensación similar a la que deben de tener los que son sodomizados por primera vez y aún tienes que esperar media hora a que te saquen el coche. Si tienes suerte, no te habrán estropeado nada mientras arreglaban lo otro. Pero, eso sí, jamás sabrás realmente cuál era la avería original.


Pero, ojo, que los mecánicos son buena gente. Igual te los encuentras un día en el bar y si acaban de ganar algo en la máquina tragaperras puede que te inviten a una cerveza y todo.