La delgada Mireia tenía unos ojos tan claros que su mirada era transparente. Mirándole a los ojos se podía conocer cuáles eran sus pensamientos. Hasta que un día, hasta de no tener intimidad mental, decidió calzarse unas gafas de sol, de esas con los cristales de espejo. Entonces podría haberse dedicado a enriquecerse en la bolsa. Sin embargo, le dio por pintar espejos.
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