viernes, 1 de diciembre de 2006

En defensa de... los dentistas

Recuperamos la (últimamente algo abandonada) sección dedicada a la defensa de los colectivos tradicionalmente maltratados por la sociedad. Hoy dedicaremos esta sección de utilidad social a los dentistas.

Casi todo el mundo odia a los dentistas pero las razones aparentes para ello, una vez analizadas con cierto rigor, se desvelan insuficientes para justificar esa animadversión de la que son objeto las profesionales de las tenazas.

Así pues, en esta sección nos encargaremos de sacar a la luz las razones por las cuales los dentistas merecen tanto cariño y reconocimiento social como cualquiera de nosotros. Y, si no lo conseguimos, al menos esta sección servirá para que si alguno de nuestros lectores está intentando ligar con alguien y empieza a desbarrar de los dentistas y resulta que ese o esa alguien le espeta un “Pues mi padre es dentista”, pueda solventar la papeleta y salir del brete con torería y valor.

Introducido el tema, ataquémoslo de una vez por todas, ¡maldita sea!


La gente suele tener miedo del dentista. Eso es un hecho. A nadie le gusta ir al dentista. Cuando tienes que ir al dentista, sospechas que te van a hacer daño. Eso es así. Y claro, a nadie le gusta que le hagan daño. Bueno, a los masoquistas sí. Pero ni siquiera a los masoquistas les gusta ir al dentista. “¿Pero tú no eras masoquista?”. “Masoquista, sí, pero tonto, no. Que aquí, además de hacerme daño, me pegan una clavada y yo prefiero el dolor gratuito”.

Claro, como las películas de Van Damme. Violencia gratuita, ¡no te jode! Pero en algo sí que tiene razón el masoquista este. En el dentista, además de hacerte daño, te cobran un dineral. Eso es otra de las razones por las que la gente tiene miedo de ir al dentista. “Joder, tengo que ir al dentista a que me hagan un empaste, no sé si llegaré a fin de mes”. ¿Por qué os creéis que a Esperanza Aguirre le cuesta llegar a fin de mes? ¡Por los dentistas!... Natural. Como la mayoría de las cosas que te puede hacer un dentista no entran en la Seguridad Social, pues, claro, aprovechan. El otro día, mi amigo Ramírez me contó que fue al dentista y cuando llegó lo encontró afilando un cuchillo de la carne. Le preguntó por esa nueva pieza del instrumental y el dentista le contestó, con todo el humor del que sólo pueden hacer gala los dentistas: “No, si esto es que estoy preparando la factura, juas juas juas...”

Vale, un poco exagerado mi amigo Ramírez, de acuerdo. Pero lo que nadie me negará es el aspecto tétrico que tienen todos los instrumentos que usan los dentistas. Desde las tenazas, hasta la perforadora esa que tira líquidos y hace un ruido demoníaco... Por no hablar del sillón... Si parece talmente un instrumento de tortura... Que tú llegas allí y te sientas y piensas: Ahora me ponen la anestesia (esa que te la ponen y empiezas a babear como un bendito) y te amarran con unas correas, te apuntan con el foco y empiezan a echarte humo a la cara... “Sabemos que has sido tú, venga, canta, dónde está el dinero...” Y tú, claro, quieres cantar, pero con la anestesia no te sale ni el “Europe’s living a celebration”.

Vamos, que está claro que si Torquemada hubiera vivido en nuestro siglo hubiera sido dentista. Con todo el respeto por los dentistas, por supuesto. Que yo tengo un par de amigas que son dentistas y me llevo muy bien con ellas, ¿eh? ... Eso sí, fuera de su clínica... Que dentro mandan ellas y uno nunca sabe por donde pueden salir...

De todas maneras, hemos de convenir que los dentistas, e incluso las dentistas, son buenas personas, amigos de sus amigos y que si pueden hacerte un favor, te lo hacen sin dudarlo un solo instante... Pero, como dicen los andaluces, lagarto, lagarto...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Los dentistas son todos unos cabrones. Y son rollo mecánico. Llegas porque te duele un diente y te dicen que tienen que matarte el nervio, hacerte una corona y arreglarte la junta de la trócola. Brrrrr!!!

¿Se nota que soy un damnificado?

Pedro dijo...

Gracias, Curiosa, me alegra que te haya gustado esta entrada. De momento, no tengo pensado presentarme al Club de la Comedia, pero si necesito tus votos, no te preocupes que te avisaré.

Tenemos en común, también con Mic, ser damnificados de los dentistas. Pero sugiero que, en atención al espíritu que guía esta sección, dejemos de lado nuestros rencores y ofrezcamos una mano amiga a los odontólogos, que como criaturas del señor que son, merecen tanto cariño y comprensión como el que más.

Anónimo dijo...

Según mi larga experiencia con los dentistas, cuanto más pagas, menos te duele!

Será porque no escatiman en anestesia.