Mariano W. Wilkinson, supermalo vocacional a tiempo parcial, contemplaba complacido su obra. Debajo de aquel montón de cascotes yacían los cadáveres de Superpoco, Mediahostia y el Inspector Ximenes... ¡tres pájaros de un tiro!
La verdad es que no están mal estás bombas que venden en las tiendas de los chinos... ¡te sacan de un apuro!, pensaba Mariano mientras mordisqueaba el caliqueño con el que le gustaba celebrar sus triunfos. Ahora los Machancoses me tendrán que ascender por cojones... a ver si me conceden la exclusiva de los titiriteros en los semáforos de Benicalap.
La verdad es que Mariano no compartía los temores de los Machancoses. Según el trío de hermanos que, desde el corazón de Benimaclet controlaba el hampa de buena parte de la costa levantina, los superhéroes de peluche y el Inspector Ximenes eran las únicas amenazas que podían hacer peligrar la amenaza que ellos mismos constituían de destrucción del mundo. Igual se puede redactar esta última frase un poco mejor, pero no tengo ganas...
O sea, que ahora los planes de destrucción del mundo, según los Machanchoses, ya tenían vía libre.
Mariano se pidió un pepito de ternera y un botellín de Mahou (no tenían, le pusieron San Miguel) en el bar de la estación de Burgos y un rato después dormitaba, cayéndole la babilla, sentado en el Tren Borreguero Burgos-Calamocha-Masarrochos (muy incómodo por cierto).
El mundo seguía rodando, ignorante por completo de la que se le venía encima... pero yo, consciente de todo lo que ha pasado, como narrador omniscente que presumo de ser (vamos, que lo veo todo por un agujerico)... me pregunto alarmado: ¿Y ahora qué?
1 comentario:
¿Y ahora qué? ¿Cómo que "¿y ahora qué?"?
Pues no tengo ni idea, pero seguro que (se te) ocurre algo "super chulo" para que SP y MH vuelvan.
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