El despertador del
Inspector Ximenes tenía como sonido una vieja y mala canción de
King África (no confundir con el
promotor de todos los combates de boxeo celebrados durante los últimos cincuenta años), de modo que el inicio del día tenía que ser forzosamente traumático.
Luego las cosas no mejoraban. El pensamiento que más veces acudía a la mente del avejentado investigador era
"¿Qué cojones estoy haciendo aquí?"Bien es cierto que
Superpoco y
Mediahostia no parecían tener demasiado claro ni el programa de enseñanza ni los métodos didácticos que iban a utilizar en su nueva
Escuela para Superhéroes Superpoco y Mediahostia, de la que el
Inspector Ximenes era el único alumno matriculado (y con beca).
De modo que el
Inspector Ximenes, a falta de algo mejor que hacer, se pasaba el día enganchado a Internet repasando, sobre todo, una página que había encontrado
buscando su propio nombre en Google. En
esta página aparecían narradas con cierto sesgo, mas no sin cierta gracia, algunas de las aventuras más gloriosas que había protagonizado él mismo, la lectura de las cuales le regocijaba en su fuero interno.
Pero un día, descubrió a
Superpoco y
Mediahostia discutiendo acerca de unos visillos verdes.
Ximenes, más sagaz que un
Gamyi, supo que ahí había caso y esperó y esperó y así se enteró de los planes de los temibles
hermanos Machancoses.
- ¡Un momento! ¡Yo conozco a los
Machancoses! -irrumpió e interrumpió
Ximenes.
- Huy, me parece que le vamos a tener que incluir una asignatura de
Educación para la Ciudadanía a este
cenutrio (Nota del autor.- Página estrella de Ínfulas). ¿Es esa forma de entrar en un despacho? Salga usted,
Ximenes, llame a la puerta, pida permiso para entrar y si se le concediere, pasará usted, retirándose a sus labores en caso contrario -reconvino
Mediahostia con un lenguaje decimonónico que no le era propio cuando sólo era un butanero.
Minutos después, y pese a las múltiples interrupciones y correcciones sintácticas y morfológicas de
Mediahostia,
Ximenes había conseguido explicar lo que sabía de los
Machancoses.
- No hay tiempo que perder. Tenemos que trazar un plan para anular la
Amenaza Machancoses- tomó la iniciativa
Superpoco, que hasta ese momento había permanecido extrañamente callado.
En ese momento, sin venir a qué, todos los allí presentes se pusieron a reflexionar.
Superpoco se rascaba la perilla.
Mediahostia acariciaba su pico.
Ximenes se llevaba el dedo al ala del sombrero.
- ¿Qué hora es? -preguntó
Mediahostia.
- No sé. No tenemos reloj.
- ¿Y ese
tic tac?
En ese momento, una horrible y estruendosa explosión convirtió en una montaña de escombros lo que en otros tiempos había sido la
Pensión Angelita, luego la
Escuela para Superhéroes ChurreríaCanutoSusChurrosEnUnMinuto y, finalmente, y con una brevedad dolorosa, la
Escuela para Superhéroes Superpoco y Mediahostia.
(¿continuará?)