Grandes emprendedores que no se comieron una mierda

Hoy, en esta quasi olvidada sección que no ha mucho hacía las delicias de los lectores más avispados de Ínfulas, recuperamos la figura, denostada por la historia, de Benito Bercigüelles.

Benito Bercigüelles fue una persona normal, que nació en el seno de una familia, creció sin más problemas que los habituales, se casó con una amantísima esposa, tuvo unos hijos que eran unos soles y unos nietos que eran unas supernovas y murió de viejo, sin que hubiera en su biografía nada que se apartara un ápice de lo que consideramos una vida común y corriente...

¿Nada? Bueno, quizás deberíamos resaltar la historia de su época de emprendedor. Pecadillos de juventud. Pecadillos que se muerden la cola.

A la temprana edad de 45 años, Benito tuvo una idea genial. Se dedicaría a fabricar pendientes para señoras y caballeros. Ya tenía la marca (Sambenito), ya tenía el eslógan (Cuélguese un sambenito)... lo que jamás consiguió fue el crédito. Se conoce que a los banqueros no les hizo gracia el chiste. Claro, como la banca siempre ha sido de derechas. O eso o que no consideraron que cupiera calificar a Benito de joven emprendedor.

En cualquier caso, Benito hizo un gurruño con la servilleta en la que lo tenía todo apuntado, la metió en una vieja caja de zapatos y volvió a su rutinaria vida de registrador de la propiedad, ocupación con la que logró ser feliz.

Que aunque algunos no lo crean, se puede ser feliz siendo registrador de la propiedad.