No se si recuerdan que nos preguntábamos en su día adónde van a parar las palabras que se lleva el viento. Pues si no lo recuerdan, puede ser porque simplemente jamás leyeron la entrada correspondiente. Esta es una buena ocasión para hacerlo.
Y después de este pecadillo de autopromoción, les contaré que hemos tenido a un investigador trabajando en el caso y acaso casi ya lo sepamos.
El viento pedía rescate, así que sospechamos que las tenia secuestradas. De modo que sólo había que encontrar el lugar donde las tenía retenidas.
Suponíamos que retenidas en contra de su voluntad, así que cuando encontramos el refugio, en un recoveco donde el viento iba para hacer remolinos en sus ratos libres, nos sorprendió que las palabras secuestradas no quisiesen escapar. Eran víctimas del síndrome de Estocolmo. Un síndrome, además, que resultó ser contagioso, ya que ciertas palabras que usó nuestro agente para intentar convencerlas de que escaparan, fueron inmediatamente abducidas.
De modo que escapamos de allí, con muchas preguntas sin respuesta. Pero justo en ese momento, el viento llegó silbando una canción de Bob Dylan.
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