jueves, 20 de noviembre de 2008

El origen de Superpoco

Superpoco, de nombre real José Antonio Orozco Comesaña, antes de convertirse en superhéroe era un peluche que dedicaba sus días a su trabajo, a ser cuidado por su madre y a sus dos grandes pasiones: Tino Casal y el Atlético de Madrid. Trabajaba barriendo los pelos que caían al suelo en la peluquería que regentaba su madre en el muy madrileño barrio de Carabanchel Alto. Bueno, los sábados trabajaba de payaso insoportable en una ludotecas, pero eso era para redondear ingresos, no por vocación. A él lo que realmente le gustaba es imitar a Tino Casal en el Singstar.

Un día volvía José Antonio del Vicente Calderón, rumiando maldiciones cursis por el enésimo disgusto que le había causado el equipo colchonero, cuando una ancianita, adorable mas pertinaz, se interpuso en su camino, interpelándole:
- ¿Ha visto usted a Mistetas?
- No, ni ganas… -declamó José Antonio sin detenerse.
- No, no… no me ha entendido usted. Es que Mistetas es el nombre de mi gato, que se me ha perdido.
- Vale, pero no he visto a su gato.
Normalmente José Antonio era mucho más educado y cortés, pero como estaba enfadado por la derrota del equipo del Manzanares, pues… pero aún así, no lograba desembarazarse de la embarazosa situación. Al final, la vieja (digámoslo ya de una vez, porque todos estábamos pensando que lo de ancianita pesada ya era demasiado eufemístico), la vieja, consiguió que José Antonio se encaramase a un árbol donde estaba asustadito el gatito (quizás lo que pretendía nuestro amigo era lograr una entrada en la sección Las Tronchantes Aventuras… pero no lo logró). Haciendo equilibrios logró acercarse al minino, pero, justo cuando estaba a punto de rescatarlo, el gatito saltó y volvió tranquilamente con su dueña, que ni siquiera se dio la vuelta para agradecer a José Antonio su esfuerzo.

J.A. se quedó colgado en el árbol sin que nadie se parara a ayudarle. Estaba paralizado de terror, subido a la rama de un olmo, a tres metros de altura del suelo. Cuando anocheció, vio que tenía que moverse o perecería congelado o inane o algo… Así que dio un paso, dio dos… y se cayó. Por suerte, cayó en el interior de un contenedor de basura que algún ciudadano incívico había dejado abierto. Cuando, entre arcadas y modas de naranja, consiguió salir del contenedor el panorama que encontró no era mucho más esperanzador.

Ante sí estaba el mismísimo Melitón Machancoses (primo de los Machancoses de Benimaclet) rodeado de cuatro o veinte sicarios (el terror impedía que J.A. lo supiera con exactitud). Para el que no lo sepa, contaré (utilizando los privilegios que me otorga ser el narrador omniscente) que Melitón Machancoses controlaba el negocio de reciclaje de basuras en Carabanchel Alto desde tiempos inmemoriales y… digámoslo con suavidad, veía con malos ojos que un advenedizo se inmiscuyera en su negocio. J.A. intentó explicar que no era lo que parecía, pero el horror había paralizado sus cuerdas vocales y sólo conseguía emitir ruiditos como los que hace un bebé.

El caso es que minutos más tarde Melitón y su banda tenían a J.A. junto al Manzanares. Lo habían puesto en uno de esos recipientes donde se amasa el cemento y estaban echando portland y agua a cascoporro. Un esbirro insinuó que podían echar un poquitín de arena, pero Melitón repuso que “de eso nada, que al final lo barato sale caro”. Antes de echarlo al río con pies de cemento, Melitón quiso cachondearse un poco del pobre J.A. y le hizo cosquillas en los sobacos, provocándole una irresistible risita (patética, dadas las circunstancias). El maleante le cogió el gustillo a la tortura de andar por casa y le pellizcó el gaznate a nuestro pobre amiguito, quien al ser interpelado si le dolía, respondió “Un poco”, lo cual le valió el apelativo de “Superpoco” que provocó las risas de los esbirros de Melitón (un poco pelotas ellos, tampoco era para tanto la cosa).

Se vio tan mal José Antonio que, sin poder resistirlo más, emitió un quejío de desesperación:
- ¡Jolines!
El efecto de la interjección de J.A. fue totalmente inesperado. Era tan repelente el tono de voz que empleó que, de repente, irrumpió un vortex procedente de Casiopea (vino en metro) y se llevó por delante a todos los maleantes del barrio (que un día de estos aparecerán en la isla de Lost).

Jose Antonio no lo sabía, pero… ¡HABÍA NACIDO SUPERPOCO!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

"...Un esbirro insinuó que podían echar un poquitín de arena, pero Melitón repuso que “de eso nada, que al final lo barato sale caro”."
Jajajajaja.

Jolines, jajajaja.

Anónimo dijo...

Osti , los poderes otorgados por un Vortex!!!!!

No será el Vortex Vibrador ese que se pone en el tubo la estufa!!!???

http://www.neoteo.com/vortex-vibrations-aspira-a-un-mejor-orgasmo.neo

http://www.vortexvibrations.com/sp/home.html

(que nadie me pregunte como se de este artefacto)