Como aquella vez que, creyéndose enamorado de una compañera de clase con la que había intercambiado unas pocas miradas y dos o tres sonrisas, caminó con determinación prusiana hacia el barrio donde vivía la chica con la intención de hacerse el encontradizo y declararle su amor. Pero aquel día el sol lucía en todo su esplendor y las gafas oscuras eran preceptivas, razón por la cual, cuando coincidió en la acera con el objeto de sus desvelos las miradas no coincidieron y no se pudo entablar conversación. Minutos después, en la parada del autobús, conoció a la mujer de su vida.
2 comentarios:
Es caralludamente bueno :)´
¿Continuará?
Muchas gracias, Bricd. Sí, continuará.
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