viernes, 2 de febrero de 2007

El origen de la expersión: los años no pasan en balde

Manco...rtao el brazo los muy... sarracenosLos años no pasan en balde (Years take their toll)

Esta expresión tiene su origen, según gran parte de los etimologistas consultados, en una curiosa historia que se encargo de transmitir Miguel de Cervantes una vez consiguió llegar a tierras españolas después del largo cautiverio a que se vio sometido tras su participación en la batalla de Lepanto (que no es sólo una marca de brandy, en contra de lo que muchos creen).

Todo parece indicar que don Miguel coincidió en Túnez con un castellano viejo que había sido apresado por la morisma hacía ya unos cuantos años. El castellano, de nombre Rodrigo del Trigo, a poco de ser apresado fue destinado en un galera en la que, después de atender durante unas semanas a los remos, se le encomendó la tarea de achicar el agua que entraba en el casco por una grieta mal cerrada. Su instrumento, el balde con que achicaba el agua, le acompañó doce largos meses, en los cuales Rodrigo envejeció visiblemente. Tras ese tiempo, Rodrigo consiguió los maravedíes suficientes para comprar su libertad. Pero quiso la mala fortuna que, una vez embarcado en él, el navío que había de conducirle a Castilla fuese abordado por un bajel pirata y sus alas de la libertad, de nuevo, cortadas.

El azar, cruel bromista, dio lugar a que Rodrigo fuese a parar al mismo barco en el que había pasado doce meses de su vida, junto al balde que le servía para llevar a cabo la ardua labor de achicar el agua que entraba por esa grieta aún no reparada. Al ver el cubo, el castellano sonrió con amargura y se dijo a sí mismo "los años no pasan en el balde, pero sí por mi". Esta expresión, que repetía con cierta frecuencia Rodrigo, llegó a oídos de Cervantes acortada, "los años no pasan en balde", con el sentido de "los años no pasan en vano".

Expresión que ha llegado con ese sentido hasta nuestros días y que nos recuerda, para bien o para mal, que cada día nos hacemos más viejos, sí, pero también que no hay mal que cien años dure. Sentencia, pues, que nos viene a recordar que el tiempo pasa inexorablemente (menos si tienes un reloj de acero, que entonces pasa inoxidablemente) y que, como dicen los que saben disfrutar la vida, "hay que hacer cosas".

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Ya te balde...

Anónimo dijo...

Cuidado con el Valde peñas....

tuimas dijo...

Se podía estar quieto el pollo o que.