Dos estudiantes de biología, aburridos:
- Oye, ¿por qué no hay bivalvos famosos?
- No sé, supongo que están condenados al... ostracismo.
miércoles, 27 de septiembre de 2006
martes, 26 de septiembre de 2006
El conceto es el conceto #4
Pareadero desconocido: Poeta anónimo.
Si eres peluquero y quieres rizar el rizo, puedes añadir 'en busca y captura'.
Si eres peluquero y quieres rizar el rizo, puedes añadir 'en busca y captura'.
lunes, 25 de septiembre de 2006
viernes, 22 de septiembre de 2006
Aforismo de todo a un euro #5
(Señor ensobrador de azúcar, ya sabe. Hay confianza)
Las mentiras y las manzanas tienen algo en común: se caen por su propio peso.
Las mentiras y las manzanas tienen algo en común: se caen por su propio peso.
Ferdinand Newton, el ninguneado hermano del archicélebre sir Isaac
Cuentos apócrifos
- Oye, ¿tú te has preguntado alguna vez por qué todos los cuentos terminan con 'Y colorín colorado, este cuento se ha acabado'?
- No sé, pero eso de colorín colorado creo que deberían haberlo prohibido en el antiguo régimen.
- ¿Sí? ¿Y cómo hubieran terminado los cuentos entonces?
- Bueno, también está la posibilidad de 'Y fueron muy felices y comieron perdices'.
- Es verdad. Esa me gusta más. Aunque supongo que los vegetarianos protestarían por lo de 'comer felices'.
- Tienes razón. Ellos seguramente preferirían: 'Y fueron felices y comieron tofu'.
- Eso no rima.
- Pero es verdad.
- ...
- Aunque ahora que lo pienso... no todos los cuentos terminan con alguna de esas dos frases.
- ¿No? ¿Y cuál es el cuento que termina de manera diferente?
- ¡El cuento de nunca acabar! Jajajajajajajaja... me parto.
- No sé, pero eso de colorín colorado creo que deberían haberlo prohibido en el antiguo régimen.
- ¿Sí? ¿Y cómo hubieran terminado los cuentos entonces?
- Bueno, también está la posibilidad de 'Y fueron muy felices y comieron perdices'.
- Es verdad. Esa me gusta más. Aunque supongo que los vegetarianos protestarían por lo de 'comer felices'.
- Tienes razón. Ellos seguramente preferirían: 'Y fueron felices y comieron tofu'.
- Eso no rima.
- Pero es verdad.
- ...
- Aunque ahora que lo pienso... no todos los cuentos terminan con alguna de esas dos frases.
- ¿No? ¿Y cuál es el cuento que termina de manera diferente?
- ¡El cuento de nunca acabar! Jajajajajajajaja... me parto.
Infulas aprovecha la oportunidad que se concece a sí misma para felicitarse en su centésima entrada. No todos los blogs llegan al centenario.
jueves, 21 de septiembre de 2006
miércoles, 20 de septiembre de 2006
El origen de la expresión: las estadísticas están para romperlas
La expresión "las estadísticas están para romperlas" procede de un malentendido. Sí, es cierto. Su origen está en el desconocimiento, o más bien en el conocimiento sesgado, del idioma español por parte de un entrenador extranjero que vino a entrenar a uno de los equipos de nuestra liga hace unos años.
Pero, vayamos por partes. En 1980, cuando el baloncesto todavía no había eclosionado en nuestro país, un equipo de segunda división, el Fajadores de Quintanar de la Orden, ante una mala racha de resultados cesó a su entrenador Lucho "Tronco" Zafra. Se decidió hace una apuesta muy fuerte para buscarle un sustituto y se contrató a Zoran Coachovic, quien en apenas dos semanas aprendió todo el castellano que llegó a saber en toda su vida.
Tras unas cuantas jornadas de transición, parecía que el juego de los Fajadores se estabilizaba, pero llegó el derby regional contra el Zafarrancho de Tomelloso. La primera parte del partido fue desastrosa para los intereses del Fajadores. Coachovic no sabía qué hacer y no paraba de prorrumpir en exabruptos tales como "Bloquea tonto haba", "Coge rebote mierda seca" o "Para para paraaaaaaa giliiiiiii". Sus jugadores parecían no entenderle.
Durante el descanso, estaba reflexionando sobre su posible retorno a su Yugoslavia natal cuando una empleada del club le trajo una hoja con estadísticas (que entonces se redactaban a mano). Coachovic apenas miró las estadísticas cuando, preso de una ira incontenible, empezó a hacer mil pedazos con la hoja que la acaban de entregar, al tiempo que gritaba "Estadísticas están para romper".
Según confesó años más tarde, se refería a que las estadísticas eran tan malas que lo mejor que se podía hacer con la hoja era romperla. Pero un atento cronista captó la frase y entendió que era un novedoso sistema de motivación procedente de la revolucionaria escuela plavi.
El caso es que no se sabe cómo, el Fajadores consiguió bordar una primorosa segunda parte y con ello remontar un partido que se había puesto muy cuesta arriba.
El mencionado periodista tituló su crónica del partido con un castellanizado "Las estadísticas están para romperlas", frase que dio la vuelta al mundo, y que, sacada de contexto, ha conseguido salvar a infinidad de deportistas y entrenadores que no tenían nada que decir en entrevistas y ruedas de prensa.
Pero, vayamos por partes. En 1980, cuando el baloncesto todavía no había eclosionado en nuestro país, un equipo de segunda división, el Fajadores de Quintanar de la Orden, ante una mala racha de resultados cesó a su entrenador Lucho "Tronco" Zafra. Se decidió hace una apuesta muy fuerte para buscarle un sustituto y se contrató a Zoran Coachovic, quien en apenas dos semanas aprendió todo el castellano que llegó a saber en toda su vida.
Tras unas cuantas jornadas de transición, parecía que el juego de los Fajadores se estabilizaba, pero llegó el derby regional contra el Zafarrancho de Tomelloso. La primera parte del partido fue desastrosa para los intereses del Fajadores. Coachovic no sabía qué hacer y no paraba de prorrumpir en exabruptos tales como "Bloquea tonto haba", "Coge rebote mierda seca" o "Para para paraaaaaaa giliiiiiii". Sus jugadores parecían no entenderle.
Durante el descanso, estaba reflexionando sobre su posible retorno a su Yugoslavia natal cuando una empleada del club le trajo una hoja con estadísticas (que entonces se redactaban a mano). Coachovic apenas miró las estadísticas cuando, preso de una ira incontenible, empezó a hacer mil pedazos con la hoja que la acaban de entregar, al tiempo que gritaba "Estadísticas están para romper".
Según confesó años más tarde, se refería a que las estadísticas eran tan malas que lo mejor que se podía hacer con la hoja era romperla. Pero un atento cronista captó la frase y entendió que era un novedoso sistema de motivación procedente de la revolucionaria escuela plavi.
El caso es que no se sabe cómo, el Fajadores consiguió bordar una primorosa segunda parte y con ello remontar un partido que se había puesto muy cuesta arriba.
El mencionado periodista tituló su crónica del partido con un castellanizado "Las estadísticas están para romperlas", frase que dio la vuelta al mundo, y que, sacada de contexto, ha conseguido salvar a infinidad de deportistas y entrenadores que no tenían nada que decir en entrevistas y ruedas de prensa.
martes, 19 de septiembre de 2006
lunes, 18 de septiembre de 2006
viernes, 15 de septiembre de 2006
Reflexión a bote pronto #42 (aquel verano)
Mi cuenta corriente es tan corriente, que en lugar de sufragar mis gastos, estos naufragan.
miércoles, 13 de septiembre de 2006
Reflexión a bote pronto #41
Si hubieran oficinas de cabezas perdidas quizás no serían necesarios los manicomios.
lunes, 11 de septiembre de 2006
Mis insultos favoritos: gilipollas
gilipollas.
1. adj. vulg. gilí. U. t. c. s.
gilí.
(Del caló jili, inocente, cándido, der. de jil, fresco).
1. adj. coloq. Tonto, lelo. U. t. c. s.
Mucho cuidado, que estamos ante un insulto que sale en el diccionario de la R.A.E. de la Lengua y todo, ¿eh?
Un insulto que viene del caló... es decir, de las insoportables altas temperaruras que sufrimos en verano y nos fríen las meninges.
No obstante, hay que descartar totalmente que este insulto tenga que ver con la familia Gil. No, porque los miembros de la mencionada familia no sean... no, simplemente, porque el insulto estaba antes.
En mi particular ranking infantil de insultos, gilipollas se encontraba situado en segunda posición. Si decíamos que "hijo de puta" era el emperador de todos los insultos, justo sería admitir que "gilipollas" es el conde-duque de las faltadas.
Vamos, que tú le puedes soltar a alguien eso de "¿Pero tú estás gilipollas?" y el interpelado se puede sentir molesto o no, porque la faltada es notoria, aunque no necesariamente le das motivos suficientes para que te suelte una hostia. Ni siquiera una media-hostia. No sé si me explico.
Por lo demás, decir que "gilipollas" es una palabra que admite muchas variaciones. Hay quien prefiere acortarla a "gili". Los hay cursis a más no poder que dicen "gilipichis". Una sector de la población, extrañamente, cambia la primera i por una e, dejando la cosa en "gelipollas". Incluso hay quien prefiere el singular "gilipolla". Es más, hay quien usa esta palabra con un toque cariñoso, como en "gilipollitas". Además, este es uno de los pocos insultos que tiene una traslación casi literal a otros idiomas: así "asshole" sería el equivalente en inglés a "gilipollas".
Desde esta humilde tribuna os animamos a seguir utilizando, con moderación, la palabra "gilipollas".
Como sabemos que hay gente que comprende mejor la información visual que la textual, terminamos esta entrada con un video que ilustra perfectamente lo que viene a ser un gilipollas:
viernes, 8 de septiembre de 2006
jueves, 7 de septiembre de 2006
miércoles, 6 de septiembre de 2006
Mis insultos favoritos: hijo de puta
Bienamados lectores, allá donde os halléis,
Infulas, inquieta bitácora donde la haya (Holanda), inaugura una nueva sección que nace al albur de las colecciones de libros, fascículos, muñecas, dedales, Scalextrix, robots por piezas, maquetas por entregas, etc. que proliferan por doquier estos aciagos días de septiembre, con el confuso objetivo de paliar la celebérrima depresión post-vacacional.
Nosotros nos subimos al carro sin indagar, ¿eh?
El caso es que septiembre parece un buen mes para iniciar una colección, e Infulas se complace en anunciaros esta nueva sección: Mis Insultos Favoritos.
Sí, amigos (disculpad esta familiaridad pero uno es muy dado a las frases hechas), una nueva sección que repasará todos los insultos que alguna vez hayan sido utilizados por este humilde escriba, dotándoles de una carga de emotividad que hará imposible que los lectores no se estremezcan es sus cómodas poltronas al leerlos.
Y empezamos con un órdago a la grande: el emperador de todos los insultos. Nada menos que con "hijo de puta".
Solicito a nuestros lectores que se retrotraigan a sus años mozos... No, más mozos todavía, cuando tenían seis o siete años (si algún lector tiene esa edad, no hace falta que se retrotraiga ni hostias, con perdón). Entonces, la inocente mente infantil se encuentra por primera vez con los insultos y/u/o los tacos.
"Halaaaaaa, ha dicho una palabrota". Nuestros progenitores nos decían que decir palabrotas estaba feo, que nos iban a lavar la lengua con lejía... pero aún así, por esa irreprimible atracción que proporciona lo prohibido, aún así, llegaba el momento en que soltábamos nuestro primer taco y... ¡qué sensación tan gloriosa! Por supuesto, esta sensación era gloriosa cuando el taco lo soltábamos en presencia de nuestros pequeños amigotes... porque si se nos escapaba cuando estaba delante algún adulto, el guantazo estaba asegurado... Así y todo, era un guantazo que, extrañamento, nos complacía, pues nos acercaba a la ansiada edad adulta.
Fin del flashback. O sea, que volvemos al presente. Si recordamos aquellos años, sabremos que entonces había una cosa que estaba clara: decirle a alguien "hijo de puta" era el insulto más grave... Luego habían otros insultos que podían molestar más o menos, pero ese era el más duro de todos.
Incluso se llegó a elaborar un ranking de la gravedad de las diferentes variantes de hijo de puta. La contracción (joputa) parece que era la más suave, como si el apócope le restara gravedad al asunto. A continuación, la forma 'hijoputa' parecía ya algo más serio. Le seguía 'hijo de puta' con todas las letras, que ya eran letras y palabras mayores. Pero, no sé a santo de qué, la más grave de todas las versiones (al menos en mi entorno geográfico) era una versión en lengua local, el temible 'fil de puta'.
Los expertos consultados no se ponen de acuerdo acerca de si 'hijo de perra' es más o menos grave que 'hijo de puta', por lo que nosotros tampoco nos pronunciaremos sobre este asunto.
Para concluir, no podemos por menos que lamentar la banalización a la que se ha sometido ese profundo insulto, que últimamente ya se emplea hasta como saludo cariñoso. En cualquier caso, desde este estrado no podemos permitir que 'hijo de puta' caiga en desuso, por lo que nos sumamos a la campaña 'Hijo de puta, hay que decirlo más' iniciada por los chicos de La Hora Chanante.
Infulas, inquieta bitácora donde la haya (Holanda), inaugura una nueva sección que nace al albur de las colecciones de libros, fascículos, muñecas, dedales, Scalextrix, robots por piezas, maquetas por entregas, etc. que proliferan por doquier estos aciagos días de septiembre, con el confuso objetivo de paliar la celebérrima depresión post-vacacional.
Nosotros nos subimos al carro sin indagar, ¿eh?
El caso es que septiembre parece un buen mes para iniciar una colección, e Infulas se complace en anunciaros esta nueva sección: Mis Insultos Favoritos.
Sí, amigos (disculpad esta familiaridad pero uno es muy dado a las frases hechas), una nueva sección que repasará todos los insultos que alguna vez hayan sido utilizados por este humilde escriba, dotándoles de una carga de emotividad que hará imposible que los lectores no se estremezcan es sus cómodas poltronas al leerlos.
Y empezamos con un órdago a la grande: el emperador de todos los insultos. Nada menos que con "hijo de puta".
Solicito a nuestros lectores que se retrotraigan a sus años mozos... No, más mozos todavía, cuando tenían seis o siete años (si algún lector tiene esa edad, no hace falta que se retrotraiga ni hostias, con perdón). Entonces, la inocente mente infantil se encuentra por primera vez con los insultos y/u/o los tacos.
"Halaaaaaa, ha dicho una palabrota". Nuestros progenitores nos decían que decir palabrotas estaba feo, que nos iban a lavar la lengua con lejía... pero aún así, por esa irreprimible atracción que proporciona lo prohibido, aún así, llegaba el momento en que soltábamos nuestro primer taco y... ¡qué sensación tan gloriosa! Por supuesto, esta sensación era gloriosa cuando el taco lo soltábamos en presencia de nuestros pequeños amigotes... porque si se nos escapaba cuando estaba delante algún adulto, el guantazo estaba asegurado... Así y todo, era un guantazo que, extrañamento, nos complacía, pues nos acercaba a la ansiada edad adulta.
Fin del flashback. O sea, que volvemos al presente. Si recordamos aquellos años, sabremos que entonces había una cosa que estaba clara: decirle a alguien "hijo de puta" era el insulto más grave... Luego habían otros insultos que podían molestar más o menos, pero ese era el más duro de todos.
Incluso se llegó a elaborar un ranking de la gravedad de las diferentes variantes de hijo de puta. La contracción (joputa) parece que era la más suave, como si el apócope le restara gravedad al asunto. A continuación, la forma 'hijoputa' parecía ya algo más serio. Le seguía 'hijo de puta' con todas las letras, que ya eran letras y palabras mayores. Pero, no sé a santo de qué, la más grave de todas las versiones (al menos en mi entorno geográfico) era una versión en lengua local, el temible 'fil de puta'.
Los expertos consultados no se ponen de acuerdo acerca de si 'hijo de perra' es más o menos grave que 'hijo de puta', por lo que nosotros tampoco nos pronunciaremos sobre este asunto.
Para concluir, no podemos por menos que lamentar la banalización a la que se ha sometido ese profundo insulto, que últimamente ya se emplea hasta como saludo cariñoso. En cualquier caso, desde este estrado no podemos permitir que 'hijo de puta' caiga en desuso, por lo que nos sumamos a la campaña 'Hijo de puta, hay que decirlo más' iniciada por los chicos de La Hora Chanante.
martes, 5 de septiembre de 2006
lunes, 4 de septiembre de 2006
Reflexión a bote pronto #37
Cuando los médicos toman precauciones, ¿se curan en salud?
(Que os sea leve la depresión post-vacacional, caso que la tuviéreis)
(Que os sea leve la depresión post-vacacional, caso que la tuviéreis)
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