Hace la
friolera de 10 años, 1 mes y 4 días, cuando este blog tenía cierta repercusión social, cuando algún qué otro seguidor esperaba con cierta ilusión la publicación de entradas cuasi-diarias, cuando el humilde autor de esta bitácora no era tan humilde y confiaba, en que algún día gracias a ella se haría millonario, o por lo menos, famoso... hace ese tiempo se publicó una entrada etiquetada como
literatura y llamada
El rincón del poeta #2.
Esta entrada, por hache o por be, pasó desapercibida en las procelosas aguas del océano que se daba en conocer como
blogosfera. Ni siquiera en aquella época mereció un simple comentario. Bien es cierto que quizás la entrada no tenía ni puta gracia, ni ingenio, ni gusto, ni valor alguno, pero no por eso vamos a cometer la injusticia de no defenderla.
Dado que en este blog, y en concreto la persona que usa el plural mayestático para redactar las entradas, siempre hemos sido defensores de las causas perdidas, eso es lo que vamos a hacer precisamente: defenderla. No sólo eso, la vamos a homenajear, la vamos a deconstruir y reconstruir. Que no se diga (frase que, de no ir entre admiraciones, pierde bastante fuerza, incluso raya en lo absurdo).
Ahí va ese homenaje:
Si yo tuviera una escoba
¡cuántas cosas barrería!
Mas si tuviera una aspiradora,
¿a qué aspiraría?
¿ein?
Sí, ¡yo!, tuviera una escoba.
¿Cuántas? ¿Cosas? ¡Barrería!
¿Aspiraría a tener una aspiradora?
Si yo tuviera una goma de borrar,
¿cuántas cosas borraría?
Si yo fuera rico,
¿cuántas cosas poseería?
Si sólo esta noche pudiéramos dormir
en una cama hecha de flores.
Si, si, si y sí:
si mi agüela tuviera ruedas,
ya no sería mi agüela.
¡Una escoba quisiera tener!
¡Fotre!
¡Fotre!
¡En el cajón sin ruedas!
¡Una escoba!
¿Una escoba?
¡Mi reino por una escoba!