- Me pone triste tanta redundancia.
jueves, 10 de septiembre de 2020
martes, 14 de abril de 2020
Caritas
Caritas en realidad no era una ONG vagamente relacionada con la Iglesia.
En realidad, era un emoticono que nació con la peor de las características con las que puede nacer un emoticono: la neutralidad.
No expresaba nada.
No es que no expresara "LA NADA", sino que directamente no expresaba nada. Era un emoticono que lo mismo servía para un roto que para un descosío, lo mismo para un toro que para un torero, lo mismo para un botón que para un ojal, lo mismo para una boca que para un ojete... Era tan versátil que era completamente inútil.
Pasó por la escuela de la vida de los emoticonos sin pena ni gloria, sin triunfos ni fracasos, sin alegrías ni tristezas, sin guerra ni paz...
Cuando le tocó salir a lidiar en los cajones de emoticonos de los teléfonos móviles de las personas, quedó relegado al fondo del armario, como ese calcetín desemparejado que nunca te pones porque no sirve de nada. A nadie, de momento y hasta que se ponga de moda porque algún futbolista despistado decide salir así vestido a una rueda de prensa multitudinaria, se le ocurre salir vestido con un solo calcetín. Nadie decide poner un mensaje con un emoticono que no sirve para expresar nada.
Así que, aunque Caritas no era un emoticono feliz ni desgraciado, su vida sí que lo era. Sobre todo, por falta de uso.
Hasta que un día vio un cartel de una película protagonizada por Nicholas Cage. Y se dijo "Esta es la mía".
En realidad, era un emoticono que nació con la peor de las características con las que puede nacer un emoticono: la neutralidad.
No expresaba nada.
No es que no expresara "LA NADA", sino que directamente no expresaba nada. Era un emoticono que lo mismo servía para un roto que para un descosío, lo mismo para un toro que para un torero, lo mismo para un botón que para un ojal, lo mismo para una boca que para un ojete... Era tan versátil que era completamente inútil.
Pasó por la escuela de la vida de los emoticonos sin pena ni gloria, sin triunfos ni fracasos, sin alegrías ni tristezas, sin guerra ni paz...
Cuando le tocó salir a lidiar en los cajones de emoticonos de los teléfonos móviles de las personas, quedó relegado al fondo del armario, como ese calcetín desemparejado que nunca te pones porque no sirve de nada. A nadie, de momento y hasta que se ponga de moda porque algún futbolista despistado decide salir así vestido a una rueda de prensa multitudinaria, se le ocurre salir vestido con un solo calcetín. Nadie decide poner un mensaje con un emoticono que no sirve para expresar nada.
Así que, aunque Caritas no era un emoticono feliz ni desgraciado, su vida sí que lo era. Sobre todo, por falta de uso.
Hasta que un día vio un cartel de una película protagonizada por Nicholas Cage. Y se dijo "Esta es la mía".
jueves, 9 de abril de 2020
miércoles, 25 de diciembre de 2019
Regalo de Navidad
Había un barrio donde algunas sábanas tenían muy mala fama. Se trataba de las sábanas barriobajeras.
sábado, 23 de marzo de 2019
sábado, 16 de febrero de 2019
Un juego, otro
Propongo al lector aburrido el siguiente juego.
Salga a la calle contando los pasos desde la puerta de su apartamento al portal exterior. Si el número de pasos es impar gire a la izquierda, si es par hágalo a la derecha.
Camine contando mentalmente el número de personas con las que se cruza. Cuando alcance la primera esquina, si el contador refleja un número impar gire a la izquierda, si es par hágalo a la derecha.
Continúe así hasta llegar a un lugar en el que nunca haya estado.
Localice una cabina telefónica (esta es quizás la parte más difícil del juego) y llame a un teléfono al azar. Gimiendo, indique que se ha perdido y suplique que, por favor, pase alguien a recogerle.
Salga a la calle contando los pasos desde la puerta de su apartamento al portal exterior. Si el número de pasos es impar gire a la izquierda, si es par hágalo a la derecha.
Camine contando mentalmente el número de personas con las que se cruza. Cuando alcance la primera esquina, si el contador refleja un número impar gire a la izquierda, si es par hágalo a la derecha.
Continúe así hasta llegar a un lugar en el que nunca haya estado.
(Juego basado en la lectura de "Invitación al tiempo explosivo. Manual de juegos", de Julián Lacalle y Julio Monteverde. Editado por Sexto Piso.)
Sentado al sol #4

Como cuando conoció a la persona que conocía a un individuo que una vez se cruzó por la calle con otro tipo que resultó ser muy amigo de otro sujeto que había asistido a unas clases impartidas por alguien que, además de ser profesor, tocaba la batería en un grupo con otro fulano que cantaba y bailaba en un programa de televisión presentado por otro tío que una vez cenó con un personaje tremendamente famoso del que él mismo era un gran admirador. La frase salió sola: "El mundo es un pañuelo".
sábado, 9 de febrero de 2019
sábado, 26 de enero de 2019
Sentado al sol #3
O cuando conoció a la persona que se inventó la expresión "no hay más tutía", la cual, fue dotada por la naturaleza de un instinto maternal calculable en cero, con una vasta colección de hermanas, todas ellas muy fértiles y con unos morro tan grande y largo que rozaba la punta de sus zapatos, además de una tendencia a solicitar con demasiada frecuencia los servicios de aupair a la hermana soltera. Todo iba bien hasta que se hartó de los sobrinos y se largó a una isla desierta al Caribe.
sábado, 19 de enero de 2019
Sentado al sol #2

sábado, 12 de enero de 2019
Sentado al sol #1
Sentado al sol, en la puerta de la casa del pueblo, el viejo recordaba sus días, sabiendo que ya no le quedaban muchos instantes de gozo que disfrutar, pero dispuesto a disfrutar de todos y cada uno de ellos que le fueran dados.
(continuará)
(continuará)
jueves, 29 de noviembre de 2018
miércoles, 26 de septiembre de 2018
Reflexión a bote pronto #304
La extensión de los países costeros, ¿se mide con la marea alta o con la marea baja?
viernes, 27 de abril de 2018
lunes, 26 de marzo de 2018
lunes, 22 de enero de 2018
El origen de la expresión: a regañadientes
De las profundidades submarinas, de las más oscuras criptas, de las más recónditas grutas, de los universos más lejanos... regresa Ínfulas, cual Ave Fénix, dispuesta a narrar las aventuras más increíbles y a repetir tantas veces como sea necesario la excusa arquetípica de que "el perro se ha comido los deberes" cuando se nos pregunte dónde hemos estado todo este tiempo. Si a algunos partidos políticos les funciona, por qué a un humilde blog que ya no vive el mejor de sus tiempos no le va a servir.
Mientras tanto, no obstante, vamos a indagar y compartir conocimientos con nuestros amables y pacientes lectores (aunque puede que el plural sea demasiado aventurado), sobre una de las cosas que siempre han fascinado a los redactores de este cuaderno de bitácora del siglo XXI: el origen de las expresiones.
La que hoy nos ocupa hará las delicias de los odontólogos, dentistas, sacamuelas, ortodoncios y otros profesionales del mundo del piño. Se trata, ni más ni menos, de la expresión "a regañadientes".
Se usa esta expresión, como sin duda sabrán todos los circunstantes, para referirse al modo de aceptar una sugerencia, petición o exigencia sin estar del todo convencido que lo que se nos pide sea lo mejor o más rentable para nosotros mismos.
Ínfulas se ha sumergido en las procelosas aguas de los océanos de la red de redes y hete aquí que no hemos encontrado nada que sirva mínimamente para explicar el origen de esta expresión.
Es por ello que, como suele suceder en estos casos, nos hemos decantado por inventarnos el origen de la expresión (como, seamos sinceros, hemos hecho siempre).
Corría el siglo XVI en la estepa castellana cuando los barberos usaban la bacía y la navaja para muchas otras cosas además de rasurar mentones. Y aconteció que llegó el momento en que a las múltiples atribuciones de los profesionales de la barba se le sumó el sacar muelas, colmillos, dientes o premolares.
Claro, los clientes no estaban muy convencidos del servicio. Eso es algo que sigue ocurriendo hoy en día con los sucesores de aquellos barberos pioneros.
De tal suerte (o desgracia) que quien acudía al barbero aquejado de un dolor de muelas, por muy resignado que estuviera, nunca estaba persuadadido del todo y, por lo tanto, cuando el barbero (que nunca fue tonto) pedía la moneda por anticipado, el cliente-paciente la soltaba regañando por entre los dientes, a partes iguales por el dolor que siempre supone deshacerse de una fracción de la hacienda propia (por ínfima que sea dicha fracción), el dolor de muelas que traía de casa y el dolor que suponía iba a ser provocado por las tenazas del fígaro en cuestión.
Y así ha quedado esta expresión hasta nuestros días.
Mientras tanto, no obstante, vamos a indagar y compartir conocimientos con nuestros amables y pacientes lectores (aunque puede que el plural sea demasiado aventurado), sobre una de las cosas que siempre han fascinado a los redactores de este cuaderno de bitácora del siglo XXI: el origen de las expresiones.
La que hoy nos ocupa hará las delicias de los odontólogos, dentistas, sacamuelas, ortodoncios y otros profesionales del mundo del piño. Se trata, ni más ni menos, de la expresión "a regañadientes".
Se usa esta expresión, como sin duda sabrán todos los circunstantes, para referirse al modo de aceptar una sugerencia, petición o exigencia sin estar del todo convencido que lo que se nos pide sea lo mejor o más rentable para nosotros mismos.
Ínfulas se ha sumergido en las procelosas aguas de los océanos de la red de redes y hete aquí que no hemos encontrado nada que sirva mínimamente para explicar el origen de esta expresión.
Es por ello que, como suele suceder en estos casos, nos hemos decantado por inventarnos el origen de la expresión (como, seamos sinceros, hemos hecho siempre).
Corría el siglo XVI en la estepa castellana cuando los barberos usaban la bacía y la navaja para muchas otras cosas además de rasurar mentones. Y aconteció que llegó el momento en que a las múltiples atribuciones de los profesionales de la barba se le sumó el sacar muelas, colmillos, dientes o premolares.
Claro, los clientes no estaban muy convencidos del servicio. Eso es algo que sigue ocurriendo hoy en día con los sucesores de aquellos barberos pioneros.
De tal suerte (o desgracia) que quien acudía al barbero aquejado de un dolor de muelas, por muy resignado que estuviera, nunca estaba persuadadido del todo y, por lo tanto, cuando el barbero (que nunca fue tonto) pedía la moneda por anticipado, el cliente-paciente la soltaba regañando por entre los dientes, a partes iguales por el dolor que siempre supone deshacerse de una fracción de la hacienda propia (por ínfima que sea dicha fracción), el dolor de muelas que traía de casa y el dolor que suponía iba a ser provocado por las tenazas del fígaro en cuestión.
Y así ha quedado esta expresión hasta nuestros días.
viernes, 3 de noviembre de 2017
Aforismo de todo a un euro #101
Antes de que se inventaran las Olimpiadas, ¿cómo mostraba la gente su más absoluta indiferencia?
domingo, 10 de septiembre de 2017
Aforismo de todo a un euro #100
Era una pareja tan bien avenida, tan bien avenida, tan bien avenida, que al final se convirtió en bulevar.
(Gracias, Nancy)
lunes, 31 de julio de 2017
De mar a mar
Aquí estoy en la luna. Recordando. Recordándote. ¿Qué estarás haciendo en este momento tú?
Me gusta imaginar que estás bañándote en el Cantábrico. En la playa de la Concha. Nuestra playa. Nuestro mar. Ahora estás flotando entre las olas del Mar Cantábrico. Lo sé. Percibo con claridad que estás haciendo el muerto, dejándote mecer suavemente en el agua, mirando hacia arriba, buscando con la mirada la luna, que colándose en la fiesta de la luminosa tarde de San Sebastián, habrá aparecido discretamente por detrás del Monte Igueldo.
Entonces piensas en mi. Sabes que estoy en la luna, rodeado de un regolito gris, en el Mar de la Tranquilidad, embutido en mi traje herméticamente presurizado, contemplando el hermoso espectáculo del planeta intensamente azul que me vio nacer, posiblemente una de las estampas más hermosas del universo. Un planeta que se llama Tierra y que deberíamos haber bautizado como Mar.
No pudimos despedirnos adecuadamente. El mensaje de la ESA me pilló desprevenido, no estabas en la ciudad, habíamos discutido, una llamada telefónica que me dejó un gusto amargo en la boca, que echaba de menos un beso que hubiera dulcificado las cosas. Todo fue demasiado rápido, demasiado brusco. Pensé entonces que la misión sólo iba a durar un par de meses. Era lo planeado. Pero a veces los planes no salen como queremos.
Desde el Mar de la Tranquilidad estoy mirando ese ángulo azul que hay entre Francia y España y sé que estás allí mirando hacia aquí. Me doy cuenta de que formo parte de la masa de este satélite. Noto que participo en una ínfima proporción de la fuerza de atracción que la Luna causa en la Tierra. Esa atracción que se manifiesta, sobre todo, en el Mar. Hay tantas cosas que quiero decirte, ahora que sé que no voy a sobrevivir. Ahora que sé que es materialmente imposible que alcance el módulo de emergencia que supondría mi salvación. Mi rover de exploración se ha estropeado demasiado lejos de cualquier parte. Hay tantas cosas que quiero decirte y sólo tengo un medio de transmitirte mi mensaje. Deja que la marea te susurre al oído que te quiero. Que siempre te querré.
Me gusta imaginar que estás bañándote en el Cantábrico. En la playa de la Concha. Nuestra playa. Nuestro mar. Ahora estás flotando entre las olas del Mar Cantábrico. Lo sé. Percibo con claridad que estás haciendo el muerto, dejándote mecer suavemente en el agua, mirando hacia arriba, buscando con la mirada la luna, que colándose en la fiesta de la luminosa tarde de San Sebastián, habrá aparecido discretamente por detrás del Monte Igueldo.
Entonces piensas en mi. Sabes que estoy en la luna, rodeado de un regolito gris, en el Mar de la Tranquilidad, embutido en mi traje herméticamente presurizado, contemplando el hermoso espectáculo del planeta intensamente azul que me vio nacer, posiblemente una de las estampas más hermosas del universo. Un planeta que se llama Tierra y que deberíamos haber bautizado como Mar.
No pudimos despedirnos adecuadamente. El mensaje de la ESA me pilló desprevenido, no estabas en la ciudad, habíamos discutido, una llamada telefónica que me dejó un gusto amargo en la boca, que echaba de menos un beso que hubiera dulcificado las cosas. Todo fue demasiado rápido, demasiado brusco. Pensé entonces que la misión sólo iba a durar un par de meses. Era lo planeado. Pero a veces los planes no salen como queremos.
Desde el Mar de la Tranquilidad estoy mirando ese ángulo azul que hay entre Francia y España y sé que estás allí mirando hacia aquí. Me doy cuenta de que formo parte de la masa de este satélite. Noto que participo en una ínfima proporción de la fuerza de atracción que la Luna causa en la Tierra. Esa atracción que se manifiesta, sobre todo, en el Mar. Hay tantas cosas que quiero decirte, ahora que sé que no voy a sobrevivir. Ahora que sé que es materialmente imposible que alcance el módulo de emergencia que supondría mi salvación. Mi rover de exploración se ha estropeado demasiado lejos de cualquier parte. Hay tantas cosas que quiero decirte y sólo tengo un medio de transmitirte mi mensaje. Deja que la marea te susurre al oído que te quiero. Que siempre te querré.
sábado, 13 de mayo de 2017
Una historia de amor
Se sentía arrastrada, empujada, conducida... y ella no parecía tener ninguna posibilidad de elegir su propio camino. Se sentía vacía y realmente lo estaba desde que la habían abandonado en la calle. Al principio, comenzó a moverse despacio y parecía que incluso podía decidir cómo y por dónde moverse. Pero apenas, sin darse cuenta, el viento comenzó a "ayudar" sus movimientos. Parecía que el viento le hacía más fácil seguir moviéndose, pero era sólo una apariencia. Realmente, no mucho después, ella se percató de que quien decidía sus movimientos, su dirección, su velocidad... era el viento. Entonces comenzó a volar. Disfrutó de un breve vuelo que finalizó bruscamente en un golpe contra el pavimento de la calle. Ya se había dado cuenta de que no tenía ningún albedrío. Entró en un parque y entonces lo vio. Otro golpe de viento la elevó, le hizo dar un par de tirabuzones en el aire hasta que finalmente quedó atrapada por él.
La bolsa de plástico quedó enganchada en la rama del árbol. Durante mucho tiempo, no sé exactamente cuánto, ese abrazo que el árbol dio a la bolsa significó mucho para mi. Desde la ventana de mi oficina, cada mañana comprobaba que había cosas que podían perdurar. Una bonita metáfora, una hermosa historia de amor.
Pero una mañana, el mismo vehículo que les había unido, en una cruel ráfaga, la destrozó a ella que, hecha jirones, no pudo resistir mucho más y, finalmente, en varios trozos abandonó a su amado. No sé si al árbol le costó mucho recuperarse, o le costó poco olvidarla... Pero a mi me afectó más de lo que soy capaz de admitir.
La bolsa de plástico quedó enganchada en la rama del árbol. Durante mucho tiempo, no sé exactamente cuánto, ese abrazo que el árbol dio a la bolsa significó mucho para mi. Desde la ventana de mi oficina, cada mañana comprobaba que había cosas que podían perdurar. Una bonita metáfora, una hermosa historia de amor.
Pero una mañana, el mismo vehículo que les había unido, en una cruel ráfaga, la destrozó a ella que, hecha jirones, no pudo resistir mucho más y, finalmente, en varios trozos abandonó a su amado. No sé si al árbol le costó mucho recuperarse, o le costó poco olvidarla... Pero a mi me afectó más de lo que soy capaz de admitir.
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