jueves, 18 de mayo de 2006

En defensa de... los notarios

La sección dedicada a la defensa de los colectivos tradicionalmente maltratados por la sociedad. Hoy dedicaremos esta sección de utilidad social a los notarios.

Casi todo el mundo odia a los notarios pero las razones aparentes para ello, una vez analizadas con cierto rigor, se desvelan insuficientes para justificar esa animadversión de la que son objeto las profesionales del doyfé y la firma.

Así pues, en esta sección nos encargaremos de sacar a la luz las razones por las cuales los notarios merecen tanto cariño y reconocimiento social como cualquiera de nosotros (en general, no del autor de este vergonzante panfletillo). Y, si no lo conseguimos, al menos esta sección servirá para que si alguno de nuestros lectores está intentando ligar con alguien y empieza a desbarrar de los notarios y resulta que ese o esa alguien le espeta un “Pues mi padre es notario”, pueda solventar la papeleta y salir del brete con torería y valor.

Introducido el tema, ataquémoslo de una vez por todas, ¡maldita sea!


La verdad es que no sé de dónde se ha el delirante elucubrador de este texto sección esa historia de que los notarios están maltratados por la sociedad. Que todo el mundo tiene envidia de ellos porque se sacan un dineral por echar dos o tres firmitas de nada, de acuerdo. Pero eso no quiere decir que la sociedad les maltrate. La gente no va por la calle tirando piedras a los notarios ni haciendo graffitis en las notarías. Es el de notario un oficio tan respetado como el que más, aunque hemos de admitir que es cierto que los notarios no es que se hayan labrado precisamente una fama de gente hacendosa y trabajadora.

Pero, claro, el loco juntaletras que perpetra las entradillas de este diario de bitácora tuvo una vez una experiencia desagradable por culpa de un notario que le guindó 50 mil lúas de las antiguas pesetas por dar fe de que todo estaba en regla en un contrato de compra-venta de una plaza de garage y luego resulta que había un montón de recibos pendientes de pago...

Lo cierto es que los notarios se tiran un montón de años haciendo oposiciones para ganarse la plaza. Ese tiempo que se pasan estudiando y sin salir a la calle les agria el carácter, qué duda cabe. Además, evidentemente, cuando están tanto tiempo estudiando y sin currar es que sus familias no son precisamente pobres. Sólo tienen una idea en la mente: el dinero. Así pues, nada más aprobar las oposiciones, que ya todo el mundo va a visitarles y les dice “Joder, qué suerte: la vida resuelta”, ellos no ven ni escuchan nada: sólo ven billetes y firmas. Por una firma, 200 euros, por dos, 400 euros, por tres, venga va, por tres hacemos oferta, tres firmas 1000 euros... Y menos mal que no cobran por palabras escritas en el contrato, sí, palabras escritas... No hablo de leídas: ahí sí que ahorran los espabilaos... se leen una escritura de diez páginas en medio minuto. ¡Qué capacidad de abreviatura!

En resumidas cuentas, que lo que todos sentimos por los notarios es envidia y que hemos de comprender que sean unos amargaos y unos avaros porque han pasado mucho tiempo estudiando oposiciones.

Y no quisiera dejar pasar esta oportunidad sin contar el chiste del tipo que le pregunta a una mujer: “¿Por favor, señorita, la notaría?”, y ella le responde “Hombre, si se acerca un poco más”

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